jueves, 2 de noviembre de 2017

Cientos de miles de héroes

Vasili Grossman

Al margen de las grandes preocupaciones económicas y laborales que ha traído la crisis, una de las mayores ilusiones de nuestra sociedad es el nuevo modelo de teléfono móvil que nos vamos a comprar. Ése es el emblema de la vida en Occidente, un modelo al que se unen a marchas forzadas Rusia y China. Sin embargo, hubo una época, muy muy cercana a escala histórica, en que los héroes poblaban las calles del Viejo Continente simplemente con la más básica de las supervivencias. Cientos de millones de héroes dispuestos a mantenerse vivos y unos pocos, si pocos pueden ser centenas de miles, cuyos ideales les llevaban a emprender los más bellos sueños o a cometer las mayores atrocidades, sin que una opción excluyera automáticamente la otra. Vida y destino (Vasili Grossman, Galaxia Gutember-Círculo de Lectores, Barcelona, 2007) es la crónica de un tiempo y de un lugar en los que las mayores esperanzas iban de la mano de los mayores sufrimientos: Stalingrado, Segunda Guerra Mundial.

Vida y destino cuenta la historia de la familia Sháposhnikov, de sus allegados y amigos, en la Unión Soviética del máximo sacrificio por la libertad, enfrentada a los nazis, y en cuyo suelo se alternaron dos de los mayores genocidios conocidos: el perpetrado por el Ejército alemán y el llevado a cabo por Stalin contra su propio pueblo.

La familia Sháposhnikov es el microcosmos en el que confluyen héroes de la supervivencia cotidiana, en las ciudades y en los campos de concentración, y héroes idealistas que asumen conscientemente la muerte a la que sus principios conducen. Personas que luchan de forma solidaria contra el fascismo. Personas que, arriesgando su libertad, cuando no su vida, ofrecen amistad y consuelo a los represaliados. Y también verdugos que matan y torturan con la rutina de un funcionario, y víctimas que siguen creyendo ciegamente en la maquinaria ideológica que las extermina.

El autor de la novela, Vasili Grossman, era el más destacado cronista de esta maquinaria ideológica. Corresponsal del diario Estrella Roja en el sitio de Stalingrado, sus artículos reflejaban la vida cotidiana de los combatientes y de la población civil, sin olvidar la épica necesaria en la batalla crucial que decidió, en buena medida, la suerte de la guerra en Europa. Era escritor, no periodista, y puede que esa circunstancia diera una mayor profundidad y perdurabilidad a sus textos.

Grossman siguió a las tropas soviéticas en su avance por Alemania y fue el primer reportero en informar al mundo de la pavorosa realidad de los campos de exterminio nazis.

Fue testigo, y al mismo tiempo protagonista, de cuantos horrores se sucedieron a su alrededor, y vio llegada la hora de contarlos con la muerte de Stalin y la denuncia de sus crímenes por parte de Jrushov. ¿Era Grossman un inconsciente, un ingenuo, o por el contrario su extrema inteligencia prefería agrietar frontalmente una censura que nunca dejó de existir?

Porque Vida y destino, el relato resultante, equipara textualmente nazismo y estalinismo, muestra el exterminio físico y moral a que era sometida la población soviética por parte de su propio Gobierno y traza escalofriantes retratos de héroes, víctimas y verdugos, a los que en demasiadas ocasiones no es fácil distinguir.

El escritor envió sendos originales de su novela a una revista y a una editorial soviéticas. El resultado fue una visita del KGB a su casa, en la que fueron requisadas hasta las cintas de la máquina de escribir en que se mecanografió el texto, y una peculiar declaración de los servicios de seguridad: Vida y destino no podría publicarse “en los próximos 200 años”.

De nada sirvió al autor una carta de protesta remitida al mismísimo Jrushov, la novela fue prohibida y Grossman pasó automáticamente al ostracismo. A lo largo de su vida ni siquiera llegó a ver publicada su obra cumbre, una de las mejores novelas del siglo XX: sólo en los años 80 una copia, salvada milagrosamente y microfilmada, llegó a Francia, y desde allí se difundió por todo Occidente.

Para quienes hoy en día practican el descreimiento como forma elevada de cinismo, o como simple reacción ante la crisis, para quienes creen que al mundo sólo lo mueve el dinero, Vida y destino es una lectura más que recomendable. Y para quienes conservan aún un aprecio moderado por las ideas, los principios y la fe en el ser humano, esta novela es sencillamente imprescindible.


- Tú, hijo de puta, canalla, ¿dónde estabas cuando yo guiaba a los hombres al combate en Ucrania y en los bosques de Briansk? ¿Dónde estabas tú cuando yo me batía en pleno invierno en Vorónezh? Tú, miserable, ¿has estado en Stalingrado? ¿Y soy yo el que no ha hecho nada por el Partido? (…)
Después le pegaron, pero no de modo primitivo, golpeándole en la cara como hacían en la sección especial del frente, sino con refinamiento y método científico, teniendo en cuenta nociones de fisiología y anatomía (…).

Comenzó a manar sangre de la boca de Krímov, a pesar de que no había recibido ni un solo golpe en los dientes, y aquella sangre no procedía de la nariz, ni de la mandíbula, ni de un mordisco en la lengua, como en Ájtuva… Aquella era sangre profunda, que salía de los pulmones. Ya no recordaba dónde estaba, no recordaba con quién estaba… Encima de él apareció de nuevo la cara del juez instructor. Señaló con el dedo el retrato de Gorki que colgaba en la pared sobre el escritorio y preguntó:

- ¿Qué dijo el gran escritor proletario Maksim Gorki?

Y en tono pedagógico y persuasivo se respondió a sí mismo:

- Si el enemigo no se rinde, hay que aniquilarlo.

                                             Fragmento de Vida y destino, de Vasili Grossman


                                                                                                                       Salvador Rivas

2 comentarios:

  1. Enorme, es una de las mejores novelas que he leído. La recomiendo siempre. Me encanta tu reseña Salvador.

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    1. Yo leí la novela sobrecogido, y cuando la terminé me sentí absolutamente desamparado... Me alegra que te haya gustado la reseña, ¡muchas gracias por leerla! - Salvador Rivas

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