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lunes, 28 de diciembre de 2015

La malva


Hacía un día espléndido. El sol brillaba a raudales y la humilde malva abría sus pétalos para dar con sus colores un poco de alegría al ajado ribazo donde crecía ajena al paso del tiempo. Desde su atalaya vio como transcurrían las décadas sin que nada cambiase en su entorno, ¿o sí había cambiado? Era cierto que ella continuaba floreciendo cada año en aquella ladera del camino, junto a las longevas encinas donde anidaban los jilgueros que picoteaban sus semillas, pero ¿acaso no era todo distinto? Rebuscó en su memoria y unas gotas de rocío se posaron en sus hojas. Eran lágrimas al recordar los tiempos pasados, aquellos en los que el camino no estaba asfaltado y era recorrido por multitud de viandantes.

Pensó en José, el buhonero que siempre paraba allí a darle un pequeño descanso a su burra Camila antes de llegar a casa, tras un día llevando de cortijo en cortijo sus mercancías. José tenía cataratas y veía muy poco, por eso nunca reparó en ella, ni tampoco en las margaritas que la acompañaban en el ribazo. Dejaba a la pollina pastar un rato en las hierbas más altas y él mientras se sentaba allí junto a ella. Acariciaba a Lucera, la perra que se echaba a su lado y así permanecía un buen rato, como si no tuviera ganas de regresar a casa. Un día las lágrimas de José la mojaron  y ya nunca más regresó.

Pasando otra página encontró a los niños de la Trini que tantas veces cogieron sus semillas para hacer collares con ellas. Eran muy traviesos pero a ella le gustaba verlos jugar y ensuciarse mientras correteaban tras las mariposas. Añoró las tardes de paseo de las chicas jóvenes que pelaban la pava con el pretendiente de turno. Era bonito contemplar aquellas miradas inocentes llenas de ilusión mientras apenas se tocaban la mano tímidamente, eran otros tiempos.

Luego llegaron las máquinas ampliando el camino, las apisonadoras, el alquitrán, el asfalto, los numerosos coches, siempre con prisa y ella se quedó allí contemplado como los sucios humos la hacían estornudar a cada momento, este año es de los peores. La falta de lluvia la tiene muy triste ya que apenas puede florecer y los pétalos carecen del color luminoso de otros años.

A lo lejos oye canciones de Navidad, seguro que algunos chiquillos están cantando felices. Ella vuelve sus pequeños pétalos hacia el sol y sonríe. Es fuerte y nadie la arrojará de su amado ribazo donde continuará esperando tiempos mejores.

 


“Las propiedades medicinales de la malva más relevantes son como antiinflamatorias, laxantes, demulcentes, emoliente, digestivo, antidiarreico,expectorante, cicatrizante, diurética. Ayuda en afecciones de la piel como forúnculos y granos, heridas, úlceras, llagas, quemaduras solares y de otro tipo, abscesos, hemorroides, eczemas, dermatitis, picaduras de insectos, estreñimiento, calma la tos, gastritis, úlceras gastroduodenales, cistitis, faringitis, laringitis, bronquitis, conjuntivitis, resfríos, anginas, enfisema pulmonar, asma, estomatitis, nefritis, reflujo gastroesofágico, vaginitis, dolores dentales, aftas bucales.

Además mejora la defensa del organismo para combatir enfermedades, desinflama la vejiga, la mucosa del estómago, intestino, garganta, amígdalas, boca, encías, sequedad ocular, afonía, ronquera, catarros, baja la fiebre, alivia dolor reumático y artrítico, gota, favorece el crecimiento del cabello. La malva puede usarse en forma interna o externa ya que en ambas formas es realmente muy efectiva para resolver las patologías mencionadas anteriormente.

Se puede preparar una infusión o decocción, pero también cataplasmas, para realizar gárgaras, lociones.  Hay varios tratamientos cosméticos que usan a la malva por ser realmente positivo para mantener o recuperar la salud de la piel y el cabello. La malva tiene probadas propiedades curativas por eso también la industria farmacológica la usa en cremas u otros productos cosméticos y medicinales”.

Araceli  Ruiz

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