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jueves, 4 de febrero de 2021

Combate a muerte

 

Hacía un buen rato que mi estómago me anunciaba que había llegado la gran noche. Sólo quedaban diez minutos y la tensión se paseaba sibilina entre nosotros. Procuraba disimular mi intranquilidad con una concentración que me eximía de hablar con nadie de mi equipo, pero Arturo solo tuvo que entrar y mirarme para saber lo que necesitaba. Pidió que nos dejaran solos y aproximó la silla para que me sentara. Empezó a masajear mis hombros a la vez que hablaba con la seguridad que le caracterizaba, a sabiendas del efecto hipnotizador que sus palabras siempre me provocaban.

“Ha llegado el momento, confía en ti. Has trabajado mucho y mereces la victoria. Sabes lo que tienes que hacer y cuando tienes que hacerlo. No dudes. Haz exactamente todo lo que te he enseñado, se implacable. No le dejes más que defenderse. Conoces cada paso que va a dar y como desestabilizarlo. Túmbalo en cuanto puedas y una vez en el suelo muerde como un pitbull, no le sueltes aunque le veas sangrar, y aprieta, aprieta. Piensa en todo momento que él lleva las mismas intenciones que tú. No dudes, aprieta”.

Cuando unos nudillos golpearon fuertemente la puerta, avisando que debíamos salir, me puse en pie convencido de que sería mi gran noche. Arturo, mi jefe de campaña, me ayudó a ponerme la chaqueta y me ajustó bien la corbata mientras me daba una última premisa: “Mátale”.

 Marisa López



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