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lunes, 29 de marzo de 2021

De la mano

Después de tres comienzos, distintos y fallidos, de "Epifanía" volví al único personaje que tenía claro y este se sentó junto a mí


Cuando un proyecto como Hotel Barbacanas empieza a fraguarse todo son aportaciones, puestas en común, intercambio de ideas... en definitiva: mucha ilusión conjunta. Pero cuando llega el momento de convertir ese proyecto en realidad nos desperdigamos pensativos dispuestos a afrontar en soledad el reto que toda nueva publicación nos supone. 

Naturalmente no me resultó tarea fácil, nunca lo es. Comencé a plantear historias con cierto toque de sofisticación. Buscaba una trama atrayente y compleja que dejara medio hipnotizado al lector, ya no por alimentar mi pobre ego como escritora, si no por estar a la altura con mis compañeros y presentar un trabajo digno para el libro. 

Después de tres comienzos, distintos y fallidos, volví al único personaje que tenía claro y que se sentó junto a mí delante del ordenador para decirme “No le des más vueltas, vamos juntas a contar esta historia”. Y la contamos. Así surgió Epifanía, después de muchas horas de trabajo en las que fui perdiendo por el camino toda sofisticación, toda trama compleja y hasta ese aire humorístico que tanto interés tenía por conservar, pero gané en verdad. Estoy convencida de que las historias tienen vida propia y de que se alimentan, si las dejas, de lo más profundo de ti. 

Epifanía hace un guiño al primer relato del libro, habla con dobleces del amor de pareja, traslada nuestra ciudad a otro tiempo... pero cuando lo terminé comprendí que realmente quería escribir sobre la amistad. No esa amistad amarga ni mal entendida, con la que también me he cruzado a lo largo de mi vida, sino de esa otra que te llena con risas, confidencias, naturalidad, respeto y pequeños detalles. Esa que tanto nos aporta y nos sustenta, y que a lo largo de los años puede ir teniendo distintas caras pero que siempre termina ayudándonos a ser quienes somos. 

Al final me quedé con esa historia a pesar de saber la brisa ligera que la lleva, pero me alegra enormemente haber sido honesta conmigo misma y haberle dado Alas a un personaje amable que me robó el corazón y que no dudó en darme su mano durante todo el camino.

Marisa López



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