martes, 16 de marzo de 2021

Cuando el pasado y el futuro dejan de ser una cuestión de tiempo

“Vistas panorámicas”, segundo relato de “Hotel Barbacanas”, se asienta sobre tres líneas temporales distintas


Cuando se aborda una narración con ingredientes históricos, ¿cuál es el elemento que implica mayor dificultad? Documentarse es una tarea esforzada, sin duda, pues supone dedicar mucho tiempo a recabar una gran cantidad de datos, de los que solo se utilizará una mínima parte. Pues para el autor tan importante es el contexto que se narra como el que no aparece, pero está implícito, en el relato. Manejar mucha información no es fácil, se ha de tener tanta habilidad con “las tijeras” como un buen esgrimista con el florete. Pero aun así, personalmente creo que es mucho más difícil estructurar la historia en los diferentes planos temporales que contenga.

Voy a poner como ejemplo mi relato Vistas panorámicas, incluido en el volumen Hotel Barbacanas (Ediciones del Genal, 2020), de Alas de Papel. En él se yuxtaponen tres líneas temporales: la actualidad (no contaminada por la pandemia, que alguna ventaja ha de tener la ficción), el año 1829 y 1677. Los tres momentos históricos son igualmente importantes para el desarrollo de la trama, y de hecho ocupan similar extensión en el texto. La duda era: ¿cómo darles coherencia, ponerlos a remar en favor de un todo? Una opción era trabajar un único bloque, en el que se mezclaran los tiempos mediante flashback o escenas retrospectivas relacionadas con los sucesos de la trama principal. Es un método muy utilizado en cine, y tal vez por eso mismo acabé descartándolo.

Otra posibilidad, que fue finalmente la elegida, consistía en dar la misma importancia a las tres sendas temporales, sin que se sucedieran de forma lineal, sino alternándolas según la necesidad de mantener la tensión del relato. Del mismo modo que en nuestra memoria los recuerdos no aparecen en el orden en que aconteció la realidad, sino que se mezclan según su utilidad y, sobre todo, en consonancia con las emociones que nos provocan.

De esta forma el tiempo no se contempla como una línea sin relieve, como un plano de las estaciones del metro, sino que los diferentes momentos se sitúan en círculo, siempre a la misma distancia del centro. Y son, por tanto, igualmente relevantes para quien los observa, difuminándose las fronteras entre el antes y el después. Así la lectura siempre se realiza en presente, desmintiendo que el pasado y el futuro sean una cuestión de tiempo. 

 

Salvador Rivas




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