miércoles, 4 de marzo de 2020

Infierno


Cerré los ojos cuatro segundos, sólo cuatro segundos, y los acompañé de una respiración profunda y reveladora que me hizo descubrir, cuando mis párpados se replegaron, el lugar real donde me encontraba. El calor se hizo más palpable tras el baño de realidad y unas ganas poderosas de huir me zarandearon gritándome “Corre idiota, corre”, pero no pude. Me sentí paralizada, desubicada al contemplar a personas que a mi alrededor se movían como autómatas sin ver lo mismo que yo, sin ser conscientes de la sutil esclavitud que nos devoraba.

Como acostumbro ante las adversidades empecé a lamentarme, a culparme por mi ingenuidad, por mi torpeza, por el cúmulo de errores que me habían llevado hasta allí; también como de costumbre eso me angustió aún más. Volví a cerrar los ojos, a respirar profundamente esperando regresar al paraíso tras cuatro segundos. Al abrirlos sonreí pensando que pasaría, que dejaría de sentir calor y cansancio, que la amalgama de ruidos podría convertirse en un cántico celestial con la simple bondad de mi sonrisa. No fue así y las ganas de huir volvieron más contundentes que antes, esta vez susurrándome “ahora, hazlo ahora “ y rociándome de clarividencia me hicieron reaccionar: como alma que lleva el diablo salí de la cola y eché a correr tropezando con el gentío y arrojando al aire los pijamas, los calcetines de estrellitas y la camiseta de Frozen, mientras mi prima, atónita, se preguntaba qué demonios me estaba pasando. 

El guarda de seguridad hizo el amago de pararme a la salida, pero al comprobar que todo lo había dejado desperdigado por la tienda y que iba de manos vacías se limitó a mirarme con desprecio y a mascullar un “loca” a lo que yo contesté sin voz “púdrete en el infierno”.

Y salí. Corrí liberada por todo el centro comercial hasta llegar a la calle y como caído del cielo encontré un parquecito donde no hacía calor, donde nadie daba empujones ni tenía que guardar veinte minutos de cola para pagar algo que no necesitaba. Crucé y me senté en el único banco sintiéndome agradecida por no tener que compartirlo. En ese momento me pareció que, tras el canto de los pajaritos, sonaban unas notas de arpa idílicas que me hicieron entrar en una especie de éxtasis, y poniéndome en pie con el puño en alto grité “A Dios pongo por testigo que no volveré al PIRIMAS en rebajas”.

Tres cuartos de hora más tarde el momento idílico había dado paso al frío e incómodo banco y a estar hasta la coronilla de los pajaritos con arpas. El entretenimiento que me busqué también era habitual en mis momentos de aburrimiento: cortarle un traje a mi prima. Desde luego ni se había movido de la cola al verme correr, ni me había llamado. La muy lianta me vendió una tarde de rebajas que culminaría con un té y unas empanadillas de cabello de ángel en mi cafetería favorita, y ya era la hora de cenar… malévola.

En esas andaba yo, con el traje de mi prima cortado, hilvanado y para meter en la máquina, cuando la vi aparecer como si nada ocurriera. La dejé llegar y le hice sitio en el banco para que se le pusiera el culo helado como a mí. No hablé y totalmente ajena a mis malas pulgas me dijo: “Ya sabía yo que te había dado un sofoco, tienes que ir a la herboristería y comprarte las pastillas que te comenté” Llamar sofoco a mi brote de insumisión, me entraron ganas de estrangularla. Y mientras unas llamas empezaron a surgir de mi cuero cabelludo ella sacó de una bolsa la camiseta de Frozen y me dijo: “Toma, te la he comprado. Los pijamas no los he podido recuperar, ni tocaron el suelo, se lanzaron por ellos como jugadores rugby, algún tirón de pelos he visto”. Los ojos empezaron a hormiguearme levemente, mi cabeza dejó de arder y pensé lo afortunada que soy por tener una prima  tan detallosa, tan espabilada y con tan buen corazón. 

Y en aquel parquecito, mientras la pobre mia descansaba después de tanto ajetreo, volví a tener un momento de éxtasis: abrí mi camiseta de Frozen por 3,99 euros y mientras contemplaba a Elsa rodeada de brilli brilli afirmé: “Es tan monísima que vendería mi alma al diablo por ella.” 

Marisa López


2 comentarios:

  1. Estupendo relato, Marisa. Tiene tu toque especial. Has transformado la realidad con una mágica perspectiva y gran sentido del humor. Enhorabuena

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  2. Gracias. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo

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