Era mi gran sueño albergado desde pequeña. Miraba y volvía a mirar ese libro gastado y de páginas casi envejecidas por el tiempo donde había doblado cuidadosamente una para que nunca se me perdiera. Era la foto de mi montaña sagrada hacia donde partiría al día siguiente. Desde Madrid me esperaban unas 14 horas en avión, me decía estás loca Mercedes, aunque era una maravillosa locura para vivirla.
Cuando pisé suelo cuzqueño respiré con un poco de dificultad, por lo que decidí seguir el consejo del dueño del hotel, permanecer en mi habitación sin hacer nada, sólo tomar una infusión especial y relajarme. A la mañana siguiente estaba como nueva y tenía muchas ganas de empezar mi gran aventura. Pude adentrarme entre las callecitas del Cuzco con sus casas coloridas hasta llegar a la Plaza de Armas en dirección al barrio de San Blas donde conocí la famosa “piedra de los doce ángulos”, una piedra perfectamente encajada con las otras y todo esto sin que haya sido cortada o modificada.
Piedra de los Doce Ángulos |
Mientras iba de un lugar a otro admirando los primorosos techos artesonados que cubrían algunas estancias, me encontraba con gente de piel curtida por el frío que mostraba siempre sonrisa y amabilidad. Algunos conservaban sus vestimentas tradicionales de muchos colores y hablaban el quechua, primera lengua de sus antepasados incas.
Cuzco |
Al otro día, en una subida agotadora por los 3.700 metros de altitud, pero mágica por sus vistas e historia, me encontré con la ruina de Tambomachay, apodada “Baños del Inca”, donde éste hacía sus abluciones rituales y aún se podían apreciar las fuentes construidas en las laderas de la montaña. Al final sobresalía Sacsayhuaman, con enormes bloques de piedra y desde donde aprecié toda la ciudad cuzqueña; se le denomina “fortaleza ceremonial” porque aquí los indios celebraban la fiesta del Inti Raymi o Dios Sol.
Llegó el momento en que junto con otros pasajeros subí a un tren para luego hacer trasbordo en autobús. Conforme avanzaba por unos caminos zigzagueantes y empinados, surgieron curiosamente unos niños que nos acompañaron todo el recorrido agitando sus manitas en señal de saludo y gritando sonrientes un prolongado hola o hello. Cuando descendimos, los premiamos con algunas monedas que hicieron iluminar sus rostros cansados por el ejercicio.
Aquí estaba yo al fin, en la montaña vieja como le llaman algunos, o en la ciudad perdida de los incas como le dicen otros. Ahora comprendía por qué había sido nominada una de las nuevas siete maravillas del mundo y fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Machu Picchu |
Machu Picchu, mi montaña sagrada, la veía como un poco escondida entre riscos y mucha vegetación. Se hallaba quieta, inhabitada y silenciosa entre las nieblas de las montañas peruanas con sus secretos ocultos desde que fuera abandonada ya antes de la conquista.
Unos metros más arriba me encontré con las ruinas de antiguos edificios, algo más de doscientas estructuras de piedra. Mientras escalaba, desemboqué en uno triangular formado por bloques gigantescos y que fue el principal recinto ceremonial de la ciudad, se llamaba Plaza Sagrada o Templo del Sol.
Y he aquí el misterio ¿Cómo se consiguió transportar bloques de ese tamaño hasta la cima de la montaña y además ensamblarlos tan perfectamente hasta el punto de no dejar el más mínimo intersticio entre ellos?
Se cree que esta ciudadela fue erigida como una estancia militar, aunque otros opinan que fue un santuario religioso donde predominaba también la fuerza agrícola.
Llegamos de pronto a lo alto de una colina cuyos flancos fueron convertidos en terrazas, donde en una de las explanadas del templo llamado de las Tres Ventanas, estaba la famosa piedra Intihuatana que significa “donde se amarra el sol” y que servía como reloj solar para medir el tiempo con impresionante precisión. No pude evitar tumbarme boca arriba y sentir cómo se adentraba en mí esa energía que decían emanaba de aquella piedra.
Intihuatana |
Al descender de la montaña, todos nos quedamos en un respetuoso silencio, nos despedíamos así reverencialmente del Inca, del Dios Sol y de todas aquellas ñustas -mujeres preparadas para atender al Inca- e indios que vivieron allí en respetuosa armonía, y que convivieron con tres máximas en sus vidas: Ama Sua, no seas ladrón; Ama Llulla, no seas mentiroso y Ama Qella, no seas perezoso.
Retorné a Lima pensando que me faltaba mucho por conocer y mientras me dirigía al aeropuerto para tomar el avión hacia Madrid, sentí como si detrás de mí fuera dejando una estela mágica de un Perú ya descrito por sus grandes poetas y escritores -César Vallejo, Ciro Alegría, José Santos Chocano-, luminarias que también habían sido grandes revolucionarios.
Al sobrevolar cielos peruanos, me vinieron de algún lugar las notas de aquella canción que es un himno a estas tierras: Tengo marcado en el pecho todos los días que el tiempo no me dejó estar aquí. Tengo una fe que madura, que va conmigo y me cura desde que te conocí. Hoy voy a verte de nuevo, voy a envolverme en tu ropa, susúrrame en tu pecho cuando me veas llegar…
Volveré a verte de nuevo, claro que volveré.
Ana Monteza
¡Bellísimo texto Ana! Todo salido desde el corazón
ResponderEliminarVolviendo a mis raíces Lorenita, muchas gracias.
EliminarQue nostalgia Anita! Muy bien escrito con tanto cariño, felicidades!
ResponderEliminarPatricia Ureta
Y más para los que estamos tan lejos de la patria, verdad Patty? Muchas gracias !
Eliminar¡Bien Anita! Un bello homenaje al Perú, escrito con prosa clara y mucho amor. ¡Felicitaciones!
ResponderEliminarGracias por tu comentario, que viene de un pedazo de escritor como tú, al que aprecio y valoro.
Eliminar....Y la magia de tu narración me envolvió en nostalgia... claro que yo también volveré...
ResponderEliminarGracias, que siga envolviéndonos por siempre. Seguro que volverás.
EliminarAna, a los que aún no vamos a conocer esa maravilla, tu relato nos anima a retomar el proyecto... gracias por escribir así, gracias por tu relato que nos ha transportado al Cuco con esos vientos sagrados del ande.
ResponderEliminarGracias a ti por apreciar mi relato. Retoma tu proyecto por favor, no te arrepentirás.
EliminarQue bonito cuando el corazón y la razón se unen para plasmar el cariño y añoranza por nuestras raíces. ¡En hora buena Ana Cecilia!
ResponderEliminarVicky M.
Muchas gracias Vicky, nunca olvidaré mi raíces.
EliminarBuena narrativa con gran pasión , me hizo volver imaginariamente a mi querido Peru, seguro que volveré .muchos éxitos .
ResponderEliminarY yo estoy segura que tú también volverás María E. Coveñas, muchas gracias por tu apreciación.
EliminarNarrativa agradable, con un realismo único donde muestras tu inmenso amor por nuestras raíces, siendo el cierre de la lectura una genialidad...claro que volverás!!!. He disfrutado de tu relato y de otros más donde denotas un gran sentimiento y una enorme entrega. Por favor sigue escribiendo, sigue generando nuevas entregas, que tu mano maestra guie tu realto y tu corazón hable para nosotros.
ResponderEliminarDesde la distancia querido hermano, te agradezco tan emotivas palabras y el ánimo a continuar, muchas gracias!.
ResponderEliminar¡Enhorabuena por tu relato! Es bueno que podamos compartir nuestras raíces.
ResponderEliminarSaludos y adelante, Paco Chamizo
Valoro mucho tu comentario, un abrazo Paco.
EliminarQuerida Ana Cecilia, Soy Mercedes Llanos, me place escribirte luego de leer con mucho interés este artículo que atrae desde su inicio, veo que es una narración escrita con una sencillez extraordinaria, con un sentimiento profundo de amor al país que te vio nacer, que describe en detalle ese santuario histórico que enorgullece a todos los peruanos; quedé atrapada en su lectura. Felicito esta iniciativa que te muestra como una buena referente en la difusión de la historia que atesora nuestra patria. Además que es una linda sorpresa descubrir tus habilidades literarias y te sugiero continúes haciéndolo, estoy segura que disfrutaremos de tus narrativas con el orgullo de que una compatriota nuestra destaque así en el exterior. Un abrazo y que desde el cielo tu mamá Elnita bendiga esta inspiración y el camino que estás emprendiendo...
ResponderEliminarMechita, me siento muy emocionada y humildemente agradecida por tan lindas palabras hacia mi persona. Como ves, este blog es una gran iniciativa de todos los compañeros que también plasman su escritura para poder llegar de esta manera, aún más allá de las fronteras. Nuevamente muchas gracias y un fuerte abrazo.
EliminarHola Ana; soy Antonio de Barcelona: ayer, lei tu articulo y hoy, lo he vuelto a leer. Si ayer me cautivo, hoy, me ha comunicado algo que, en la primera lectura, pasa desapercibido. Tu descripcion de esa Montaña que tanta historia encierra de tu pais, y que narras con ese sentimiento y amor hacia el, te coloca, en varios escalones por encima de los demas. Las letras, han salido de tu corazon, desgranadas una a una, como las lagrimas de una Dolorosa. Conociendote, no me extraña que, hayan aflorados esos sentimientos en ti, cuando hablas o escribes algo sobre tu querida tierra. No es un tema banal el que has tratado. Yo, he leido algunos libros sobre el Imperio Inca, antes de la llegada de los españoles, y reconozco que, no era una sociedad salvaje ni inculta; nada tenia quen envidiar a la que llevaron los descubridores. Uno de los mas famosos incas, fue Viracocha: un gran gobernante, generoso, justo y amante de la paz.
ResponderEliminarAna: por mi parte, te ruego continues ese camino que has empezado, donde espero y deseo, volver a disfrutar de esos amenos articolos, donde aflora la senssibilidad y el buen hacer.
Te envio un cordial saludo.
A. Garcia