Foto: CGBORDON |
Una hora de yoga. Meditación profunda, activa y pasiva. Desayuno. Degustándolo a fondo, con deleite. Horas de silencio obligado que te apremia a la reflexión. Paseo en armonía con la naturaleza. Me voy a meditar junto a mi árbol preferido. Y sigo el consejo de la monitora: "Habla con él".
- ¿Cómo se hace eso?
- Tú pregúntale al árbol que hallarás respuestas.
- ¿Qué tal, árbol, cómo estás?
- Tú pregúntale al árbol que hallarás respuestas.
- ¿Qué tal, árbol, cómo estás?
Intento dejar la mente en blanco, es difícil, su actividad no cesa, a pesar de la sensación de paz y la relajación que me han provocado los ejercicios. Más concentración. Cierro los ojos y me siento flotar, como en mi pasada sesión de hipnosis.
- ¿Cómo llevas aquella historia para tu novela? -me pregunta el árbol.
- Abandonada, de momento. ¿Pero cómo sabes tú eso?
- ¿Porque estoy dentro de tu mente? -parece contestar el viejo árbol.
- ¿Me estoy respondiendo a mí mismo?
- Es otra forma de verlo.
Tiene razón María. Lo primero que te viene a la mente es la respuesta. Y el árbol me cuenta una larga historia.
- Pero -contesto- eso da para otra novela.
- O la segunda parte de esta. ¿Acaso tienes límite de páginas?
Ahora solo queda lo más duro. Escribir. Juan Luis Reina
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