El escritor Ignacio López Soriano glosa "Almas negras" (Ediciones del Genal, 2017), recopilación de relatos de Alas de Papel, en la presentación en Cártama
El pasado jueves, 14 de noviembre, Alas de Papel se trasladó hasta la Biblioteca Municipal de Estación de Cártama para presentar su recopilación de relatos de género negro, Almas negras (Ediciones del Genal, 2017). En representación del colectivo acudieron a la cita Ana Monteza y Salvador Rivas, quienes estuvieron acompañados por la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Cártama, María Victoria Cañamero, y la bibliotecaria, Cristina García Fernández.
Durante el acto, el escritor Ignacio López Soriano glosó el libro en unas emocionantes palabras que reproducimos íntegramente a continuación:
Mis primeras palabras deben ser de agradecimiento.
En primer lugar a todas las personas que hoy habéis decidido regalarnos algo tan valioso como vuestro tiempo para acompañarnos en esta presentación.
Muchísimas gracias también a Cristina por atender nuestra llamada y por incluir este acto en la Semana Cultural de Otoño.
Y, por supuesto, mi gratitud es enorme hacia la asociación antequerana Alas de Papel por confiar en mí para presentar su obra. Solo espero estar a la altura que merecen.
Veréis, los creadores literarios que no hemos conseguido la fama, aunque sea por medio de la participación en programas de televisión con el nivel cultural de “Mujeres y hombres y viceversa” o “Gran Hermano”, nos vemos obligados (y perdonad el símil taurino) a ser como aquellos maletillas que iban de plaza en plaza pidiendo una oportunidad para demostrar su valía… y no penséis que es fácil, con más de una puerta nos han dado en las narices. En muchos lugares confunden el talento con la popularidad… y así nos va, viendo colas en las ferias del libro delante de esos personajillos televisivos y observando cómo personas con magníficos libros ni siquiera pueden acceder a ofrecerlos a las bibliotecas de su entorno. Afortunadamente, todavía quedan lugares donde esos “maletillas” somos bien recibidos.
Por eso, cuando Salva Rivas me ofreció presentar el libro por la zona del Guadalhorce, pensé en esta biblioteca y en este grupo de personas porque aquí se me abrieron las puertas el 20 de enero de 2017 para presentar mi conjunto de relatos Veintidós cicatrices y me sentí muy cálidamente acogido. Meses después volvimos a vernos para comentar la obra y, de nuevo, me ofrecisteis vuestra atención y la más agradable compañía. Ahora vengo a hablar de la literatura de otras personas a las que, estoy seguro, vais a acoger con la misma calidad humana que lo hicisteis conmigo porque vosotros sois así y, además, porque quienes han escrito estos relatos se lo merecen.
Estamos en una época en la que cualquiera que se lo proponga puede autoeditarse un libro. Hay editoriales que viven de eso y a las que, además, no les da ninguna vergüenza poner en la calle libros de mala calidad y hasta con faltas de ortografía. Así me he encontrado últimamente con libros de personas a las que las musas han inspirado poco y que, de la noche a la mañana, se han convertido en escritores o escritoras por la gracia de los euros que han pagado para que les fabriquen un libro. Y lo peor es que no hay nadie a su alrededor que les diga que no han nacido para esto… y hasta repiten la infamia. Conozco algún caso que lleva atracando a sus familiares y amigos con hasta seis o siete títulos… e incluso presumen de vender algún ejemplar por Amazon sin decir que fue su prima, la de Barcelona, a la que no le quedó más remedio que comprarlo ante su insistencia.
Tranquilidad. No os asustéis. Este no es uno de esos casos. Y no lo es porque nace desde una asociación cultural que ama los libros y cuyo objetivo es promover la lectura y la escritura de calidad. Este grupo de personas residentes en Antequera, que dieron en llamarse Alas de Papel, reúne a mujeres y hombres que llevan la pasión por la literatura en sus venas. Se unieron en 2012 y ya ese año publicaron su primera obra colectiva bajo el título de Scriptorium. Un año después vio la luz su segunda publicación: Entrelazados.
Pero no se limitaron a ser creadores. En ese admirable afán de impulsar la escritura, organizan desde el año 2013 el certamen de relatos “María Carreira” y, como tienen tan buen gusto, en su tercera edición decidieron otorgar el premio a uno de mis relatos. Así fue como conocí a este excelente grupo humano que me hizo lamentar los más de 75 kilómetros que me separan de ellos porque, aunque como decía Groucho Marx: “Jamás pertenecería a un club que admita entre sus socios a alguien como yo”, me da la impresión de que en este club sí me encontraría “como pez en el agua”… y hasta pediría que me consideraran como uno de sus miembros “en el exilio” o como la “oveja descarriada” que anda lejos del rebaño.
Y es que su labor cultural les lleva a promover talleres de creación literaria y algo tan bonito como son las “siembras de libros”, días en los que los rincones de Antequera se llenan de ejemplares que ellos van dejando para que, quien los encuentre, disfrute con su lectura y después vuelva a sembrarlo con la intención de que otras personas puedan gozar también de esas mismas páginas. Una labor preciosa que ya han llevado a cabo en ocho ocasiones.
Admirable también es su página en Facebook, donde con sabio criterio se recogen artículos relevantes sobre el universo literario. Entrar en ese espacio es saber que los minutos dedicados a la pantalla nunca van a ser tiempo perdido. Os invito a comprobarlo.
Yo supongo que el nombre de Alas de Papel debe venir del parecido existente entre las páginas de un libro abierto y la imagen de un ave volando, pero yo he encontrado otro motivo para justificar ese nombre: ¿De qué están hechas las alas? De plumas, evidentemente… pues, en este grupo hay muy buenas plumas, plumas de excelente calidad, plumas que están consiguiendo alzarse con casi todos los premios literarios en nuestra provincia. Benalmádena, Archidona, Antequera y la propia capital ya se han rendido al encanto de sus relatos… y seguro que les esperan en muchos más certámenes para avalar su éxito.
Y de esa creatividad, hace cosa de un año, nació este tercer libro: “Almas negras”, un libro que en su corta existencia ya ha recibido elogios desde lugares muy distintos… y distantes. Partiendo de su entorno más cercano hasta llegar a países de Europa o América Latina, cada vez son más los amantes de la buena escritura que han celebrado sus páginas. Un libro que ha participado en la Feria del Libro de Málaga, que sido seleccionado para participar en una mesa redonda de los séptimos encuentros literarios “Palabras en el café” dentro de la Feria del Libro de Algeciras y recientemente, ha ocupado un lugar en el mayor festival de género negro en Andalucía, el Granada Noir, junto a grandes autores de este tipo de literatura. De lo último que me he enterado, hoy mismo, es de que en Düsseldorf, el libro forma parte del material de un curso de español para alemanes. ¡Ahí queda eso!
Casi con decir esto ya estarían de sobra mis palabras, pero hoy me siento generoso y voy a contarles algo más.
Lo primero que hice cuando llegó este libro a mis manos fue sospechar. A mí siempre me habían parecido buenas personas, pero… ¿podía ya fiarme de esta gente que es capaz de tramar el peor asesinato de la manera más lúcida? Después pensé que yo, como creador, también he sido capaz de cometer algunas tropelías, que tampoco soy muy de fiar… y se me pasó el miedo a estar entre ellos. Además, la novela negra y los relatos de este género son un excelente medio para retratar, en todas sus dimensiones, la sociedad en la que vivimos, una sociedad en la que, muy a menudo, la realidad supera la ficción. El telediario de cualquier día nos ofrece noticias que el más atrevido autor hubiera desechado por parecerle de excesiva crueldad y violencia.
Almas negras es un libro fundamentalmente escrito por mujeres, siguiendo la estela de grandes autoras del género como Patricia Highsmith o Ágatha Christie. Precisamente se atribuye a esta segunda escritora la siguiente frase: “Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar los platos convierte a cualquiera en un maniaco homicida de categoría”. Bueno, no creo que sea esta la principal razón de que haya excelentes escritoras de género negro; tal vez sea que, en el tema de la investigación y la deducción lógica, cuando los hombres vamos, las mujeres ya están de vuelta. Por eso es perfectamente razonable que seis de los ocho relatos de este volumen (más el acertado prólogo) estén escritos por mujeres. Los otros dos están creados por hombres que, seguro, son de los que se han puesto a fregar platos… y no solo para que se les ocurra algún crimen impactante.
Ahora voy a pintaros, con breves pinceladas, el boceto de cada uno de esos relatos, procurando no hacer spoilers (como dicen los modernos), aunque yo soy más partidario de una expresión que se usaba por mi tierra cuando era pequeño. Si iba al cine y me encontraba con alguien que ya había visto la película y pretendía contarme el final, le decía: “Por favor, no me destripes la película”. Yo creo que el verbo “destripar”, en este caso, viene como anillo al dedo. Así que, sin destripar cada relato, voy a hacer una breve reseña de cada uno de ellos.
El libro comienza con un interesante prólogo de María José Amador, una espléndida autora de relatos que no participó en este libro por estar preparando su debut en solitario con el magnífico libro Secretos de familia.
En este prólogo nos habla de sus primeras lecturas, de unas Historias de miedo en libretos de papel grueso donde Sherlock Holmes y Hércules Poirot desvelaban enigmas mediante la observación y la deducción.
A través de lecturas posteriores como El halcón maltés, El talento de Mr. Ripley o la trilogía Millenium nos lleva al concepto de novela negra y nos explica cómo, bebiendo de esas fuentes, el colectivo Alas de Papel, cada cual a su manera, desarrolla sus propios relatos para concluir con lo que ella define como “una verdad tan enorme como inquietante: todos podemos llevar un asesino dentro”.
El primer relato es Un hombre bueno, de Marisa López. Aquí se nos cuenta la historia de un hombre que, por parecerse a Humphrey Bogart hasta en los andares, quiere ser detective privado, aunque nadie se lo toma en serio y debe cambiar el traje y la corbata por un delantal de carnicero.
Después de largos años, alguien le ofrece un trabajo especial: debe encontrar una cartera que le han robado y no es el dinero lo que le importa.
A partir de ahí, la prosa inquietante de Marisa nos lleva, a través de seis capítulos, a una aventura de intriga y muerte con un final sorprendente que justifica el título.
Nos encontraremos a continuación con el relato de Fanny Beaudoin titulado A la deriva, en el que el protagonista es un cajero de supermercado que un día “pierde los papeles” y es despedido.
Desde esos cimientos, la autora construye un edificio de pasiones, sexo, insinuaciones… que nos atrapa en lo que parece un plan perfecto para deshacerse de sus más significativos enemigos, pero… en las palabras de Fanny no todo es lo que parece.
El tercer relato es El tinterillo, de Ana Monteza, que arranca con los titulares de la muerte, en sombrías circunstancias, de un famoso periodista de pluma hiriente.
A partir de ahí, ya atrapados en los hilos de la escritura de Ana, vamos sospechando que cualquiera pudo haberlo matado; se había granjeado muchos enemigos.
El encargado de desentrañar el misterio es un comisario, uno de los escasos amigos del periodista, que se verá envuelto en una telaraña de acontecimientos que se romperá de la manera más extraña e inesperada.
Nos encontraremos después con el relato El comisario de Carmen María Herrera. En él, la llegada de un comisario y un sargento a la zona de un incendio despierta nuestro interés e inquietud.
Los destrozos en la tapicería de un todoterreno con un cuchillo de monte nos hacen sospechar que la situación no tiene nada de accidental.
La desaparición de un odontólogo aficionado a la caza y de un indigente abren un abanico de especulaciones con el que Carmen María juega de manera portentosa, a través de un cuidado lenguaje, hasta llevarnos a un desenlace sorprendente.
En el quinto relato, El secreto de Adriano, de Salvador Rivas, dos compañeros que compartieron piso hace años vuelven a encontrarse cuando el tiempo ha sumado kilos y ha restado pelo. Junto a otros amigos y amigas de su antigua pandilla, hoy dispersa en el mapa, van a compartir unos días en un cortijo; pero todo empieza a torcerse cuando el último coche se avería al tomar un carril donde no hay cobertura y ninguno de los que van delante regresa para ayudarle.
Los recuerdos afloran en una noche de vigilia entre el miedo y el enfado.
Con una escritura minuciosa, en la que cada palabra está perfectamente escogida, Salva nos lleva a un universo de sexo y ternura en el que la presencia de un pasivo voyeur aviva pasiones.
El inesperado final nos sorprende con una carga de dura realidad: las apariencias siempre engañan.
En el siguiente relato es Mercedes Suárez la que nos ofrece La sonrisa de Joan Crawford. Como nos anuncia el título, en este texto nos vamos a encontrar una historia que bien podría ser la trama de esas maravillosas películas en blanco y negro de los años 60 cuya intriga nos atrapa desde el primer momento.
Al modo de ¿Qué pasó con Baby Jane? en la que dos hermanas convierten su fraternal relación en una guerra sin cuartel, aquí es una íntima amistad la que acaba transformándose en una rivalidad maquillada, al principio, que desemboca en un odio maquiavélico que saca lo peor de cada una de ellas conforme avanza la acción.
Con referencias a la creación poética, Mercedes desarrolla un lenguaje envolvente que nos hace disfrutar de cada página hasta llegar a un desenlace que abre las puertas a un tiempo que se anuncia, aún, más tormentoso.
El séptimo relato tiene el título de Testigo oculto y es su autora Araceli Ruiz Artacho. En este texto, el final de la crisis vuelve a dar vida a una cantera. Al acondicionar el camino, aparecen unos restos humanos y, entre ellos, la cartera que certifica la identidad de un cuerpo enterrado.
En una narración en la que Araceli, a través de una prosa limpia y sin artificios vanos, nos lleva a diferentes perspectivas donde cualquier personaje puede ser el verdugo porque antes ha sido víctima y a unos tiempos en los que los días que marcaban a los hombres siempre eran negros.
Una inesperada confesión sirve de desenlace a una historia donde las sospechas y el amor van cogidos de la mano.
Pone el colofón a este libro Malas compañías, de Rafael Ruiz. Al modo de Augusto Monterroso, el relato comienza así: “Cuando abrí los ojos, el fiambre seguía allí… y yo a su lado”.
Un investigador privado acepta un encargo en el que solo le agradan dos cosas: su cliente (una chica rubia, muy atractiva, con cierto aire a Verónica Lake, en la que casi todo era falso, menos su belleza y las joyas que lucía) y un cheque con demasiados ceros, excesivo para su reputación.
Con un lenguaje propio de los mejores autores de novela negra, Rafael nos introduce en garitos sórdidos en los que, entre humos de tabaco y tragos de güisqui, el protagonista se encuentra con un matón que estuvo entre rejas porque él lo delató.
Los acontecimientos se precipitan en un final trepidante que el lector ansía descubrir.
En definitiva, se trata de un libro que puede hacer disfrutar de excelentes momentos de lectura, que nos va a convertir en detectives porque no hay nada más excitante que intentar descubrir el final de estos magníficos relatos, aunque puedo asegurar que difícilmente alguien conseguirá hacerlo. Son unas páginas para degustar en estos días de frío, al calor de la buena literatura y son también un precioso regalo para estas fechas que se aproximan, con la seguridad de tener éxito en la elección.
En el libro hay varios crímenes, pero… ¿sabéis cuál sería el mayor de los crímenes?... El mayor de los crímenes sería perderse las historias que estos excelentes autores han escrito para nosotros.
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