miércoles, 26 de octubre de 2022

Estos son los nueve microrrelatos dramatizados en la entrega de premios del Certamen María Carreira


"A Carmina le encantaban los días de lluvia...". Reproducimos a continuación los textos de los nueve microrrelatos dramatizados en la entrega de premios del X Certamen Literario María Carreira, tarea que corrió a cargo de los actores Jordi Aguilera y Olga Montemayor. Los microrrelatos son obra de los miembros del colectivo literario antequerano Alas de Papel.

 

CARMINA Y LA LLUVIA - Araceli Ruiz

A Carmina le encantaban los días de lluvia. Era muy feliz calzándose las botas de agua, saliendo a la calle con el paraguas y chapoteando en los charcos. No podía explicar lo que sentía al notar caer las gotas de agua sobre su cabeza, pero la hacían soñar despierta. Aquel ruido sereno, el olor a lluvia… Se transportaba a mundos lejanos donde todo era verde y con muchas flores. Carmina era una amante de las flores. Cuando la lluvia cesaba y salía el sol comenzaba una nueva aventura: manosear el barro. Pringarse las manos era una auténtica delicia. No era tan manitas como su hermana mayor, pero aun así lo disfrutaba al máximo. Pensaba que con el tiempo aprendería a moldear como Gloria. 

Aquel día Gloria, Pepe y Carmina, los tres hermanos, decidieron bajar hasta el arroyo para ver correr el agua. Comenzaron tirando piedras para salpicar, pero Carmina, la más pequeña y traviesa, se puso a saltar de un lado a otro hasta terminar cayéndose en el arroyo. Solo fue un susto y un remojón. Camino a casa sonreía pensando en el rapapolvo que se iban a llevar sus hermanos por no haberla cuidado.

 

EL MENSAJE - Mercedes Suárez Saldaña

Con una mano dentro del bolsillo del pantalón, el niño de ocho años contempla el viejo muro que un día, hace muchos años, lució majestuoso presidiendo el pueblo. Eso al menos dice la abuela, que es la encargada de contar historias antiguas. Aquellos ladrillos resquebrajados sirvieron una vez para proteger una enorme mansión, testigo de brillantes fiestas que daban que hablar a los vecinos. Ahora, entre las grietas, sólo viven las arañas a la caza de insectos. Es imposible no quedar hipnotizado con el temblor de un abejorro agonizante en una telaraña.

Después, el niño contempla las huellas que los gamberros han dejado impresas. No se molesta en leerlas a pesar de que sabe hacerlo muy bien, que por eso consigue buenas notas en el colegio. Saca del bolsillo el bote que ha tomado prestado del cuarto de su hermano mayor, que a esta hora estará jugando al futbol con sus amigos. Lo agita, como ha visto hacer en una película, y enseguida comienza a formar las letras. Laura, que pasa por ahí diariamente de camino al colegio, comprenderá enseguida. Por temor a que lo pillen, escribe presurosamente. Al fin, mira satisfecho un instante antes de salir corriendo. Sobre insultos, dibujos obscenos y símbolos políticos, una frase azul se ha hecho dueña de la pared. Te quiero.

 

INDOLENCIA - Rafael Ruiz

¿Qué haces? Ya ves. ¿Estás solo? Sí, se ha ido. ¿Cuándo vuelve? Ya no vuelve. ¿Puedes dejar de mirar la televisión mientras te hablo? No. ¿Quieres contarme qué es lo que ha pasado esta vez? No, bueno, lo de siempre, que si no salimos, que si siempre estamos encerrados viendo películas antiguas, que soy incapaz de comunicarme si no es usando palabras prestadas. ¿Y acaso no es verdad? No, no es verdad, el último domingo del mes pasado estuvimos visitando a su hermana. Y el verano, cinco días seguidos en el pueblo de sus padres. ¿No piensas hacer nada, tan poco significa para ti todo lo vivido junto a ella? Qué quieres que te diga, fue maravilloso mientras duró pero ahora todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. 

 

OTOÑO COLOR SANGRE – Fanny Beaudoin

 

No hay placer mayor cuando llega el otoño que preparar un té negro con flores y especias, y sentarse en el sillón con una mantita y un buen libro. Sería un complemento ideal la chimenea, pero, mirando el lado positivo, nos impondría un olor a leña que dejaríamos pronto de percibir pero que marcaría luego nuestra entrada a cualquier lugar. Mejor sin chimenea, siempre conviene más pasar desapercibido y no llamar la atención. 

El otoño es mi época favorita. El calor insoportable del verano deja paso a temperaturas suaves, irregulares y a veces sorprendentes. Los que han salido en manga corta están arrecidos, los que llevan paraguas no saben dónde ponerlo, los que han previsto muchas capas están fastidiados porque no las usan. Me encanta esa situación de incomodidad que provoca en los demás. En algunos sitios las hojas de los árboles cambian de color, se vuelven naranjas, rojas, marrones. Aquí apenas se nota porque casi todos los árboles son de hoja perenne, pero no me importa, yo noto el cambio de color en mis entrañas: ellas notan también el cambio de estación y saben que llega el momento.

El invierno y el verano son aburridos, demasiados previsibles. La primavera es horrible, demasiada alegría por todas partes. El otoño es perfecto, por eso siempre es la estación que elijo para cometer mis crímenes.

 

CRISIS CLIMÁTICA – Salvador Rivas

En la calle se respiraba fuego. Un ardor que no se disipaba de noche sino que, como un parásito, se introducía en el sueño y en los sueños. Los devoraba por dentro hasta convertirlos en un frágil cascarón. Un fino sudario los mantenía a flote sobre los confines del colchón, en duermevela, mientras derramaban sus fuerzas. Pero aquella vez cerraron el balcón y se resignaron al zumbido de la máquina de la que habían jurado renegar. “Solo hoy”, murmuraron entre escalofríos. 

Y por primera vez desde que comenzó el verano pugnaron inconscientes por el centro de la cama, centímetro a centímetro. Así los encontraron las luces tibias que perforaban la persiana: envueltos en un chorro de aire helado, dormidos hasta la extenuación. Abrazados para compartir su calor.

 

PRESENTACIÓN DE MI PRIMER RELATO PREMIADO: “COPIONES CON COPYRIGHT” - Francisco Javier Chamizo Muñoz

¿Qué cómo empezó todo…? Recuerdo que de pequeño visitaba, asiduamente, la biblioteca pública de mi ciudad. Gracias a ella pude leer historias maravillosas. Conocer personajes y lugares diversos en épocas diferentes, que me acompañaron para siempre, y a sus respectivos escritores de todos los tiempos. ¡Qué huérfano, ignorante y aislado, de tanto conocimiento acumulado en sus estanterías, hubiese crecido! ¿Cómo podría escribir yo hoy sin su estímulo y legado? Mi familia, de recursos limitados, a pesar de todos sus esfuerzos, no podía satisfacer toda mi curiosidad.

¿Qué cómo valoro la situación actual…? La cultura, difícilmente funcionará mientras existan piratas que se apropien gratis del conocimiento generado por sus creadores, no importa que la transmitan y no comercien con ella. Mientras existan plagiadores que se justifican por la necesidad de inspiración, no importa que nombren sus fuentes y aporten algo nuevo. En definitiva, mientras existan usurpadores, anarquistas del conocimiento y la belleza, que se apropian de la propiedad intelectual ajena, que por derecho de autor, patentes, marcas, etc., tienen legalmente dueño. Así, no habrá justicia. Deben pagar a sus creadores, nada es regalado, todo tiene un precio y a mí me ha costado mucho esfuerzo. Se debería garantizar a los autores la viabilidad del desarrollo de su obra personal, dignamente, sin el mercadeo y la apropiación intelectual avariciosa, legalizada, del patrimonio colectivo por algunos: editores, inversores, mecenas, marchantes y demás oportunistas sin escrúpulos del negocio cultural.

¿Qué destacaría de mi relato...? Se dice que no hay nada nuevo bajo el sol. Yo añadiría y los demás astros. Aunque estamos formados por el mismo polvo de las estrellas que siempre nos están iluminando y son los mismos elementos fundamentales los que componen nuestra existencia, la manera de organizarlos de mil maneras diferentes nos permite presumir de creatividad y originalidad individual, asemejándonos a dioses prístinos. Mi relato es un ejemplo de contar cosas, que ya han sido contadas y vividas por otros, de forma diferente.

¿A qué me refiero en el relato cuando escribo: “¿Tendrían aquellos pioneros que estar recelosos y sentirse robados, por el aprovechamiento posterior de su obra por los que no pagaron nada por ella? ¿No deberían contentarse exclusivamente con un posible reconocimiento, y en algunos casos admiración póstuma?" Hace alusión a un escritor frustrado, que denuncia no poder vivir de su obra literaria, si no consigue publicar un bestseller. Proclama que el conocimiento y la cultura es patrimonio de todos. Reclama una ley de reciprocidad y proporcionalidad basada en impuestos, para los consumidores de cultura, en becas y subvenciones, para asegurar la dedicación plena de los artistas, porque el mercado libre los arruina y tienen que abandonar sus aspiraciones de gloria.

Gracias por sus preguntas, agradezco su asistencia y la atención que me han prestado.

 

INCERTIDUMBRE - Ana Monteza


Tenía un aspecto algo desaliñado. Vaqueros y camiseta muy holgada, zapatillas gastadas y un gran bolso de lona.

Observé sus facciones. Rostro ovalado, con unos ojos rasgados que se tornaban aún más pequeños porque los entrecerraba continuamente. Su cabello largo, de un negro azabache y recogido en una coleta.

Empecé a adorar esa manía de apartarse un flequillo imaginario, o de mover el boli con mucha rapidez, signo de encontrarse siempre en tensión mientras fruncía el ceño y movía sus ojos en alerta.

Era reportera y la conocí mientras luchaba en medio del tumulto por conseguir respuestas de un conocido político.

Cuando se quedó sola apuntando cosas en su libreta, me acerqué comentándole el incidente, tratando de ganarme su amistad. No fue tarea difícil y así empezó una relación que llevó algunos años.

Nos fuimos a vivir a una casita cerca de las montañas, pequeña pero suficiente para una pareja y para Emma, nuestra perrita, que conocimos un día en la calle y no estoy segura si fue ella quien nos encontró o sucedió al revés.

Me acostumbré a sus idas y venidas, a sus ausencias un poco largas cuando la enviaban a lugares muy lejanos, mientras yo me quedaba en casa, escribiendo mi novela. Una que empecé hacía años y que había dejado olvidada en uno de los cajones de mi escritorio.

Y proseguíamos con nuestra agradable rutina. Ella en sus correrías buscando grandes noticias y yo escribiendo con más entusiasmo que nunca.

Han pasado siete meses y aquí continúo en este mismo lugar, en este hogar donde solo quedamos Emma y yo. Hemos ido andando hacia el pequeño lago que hay cerca de casa, mientras siento agolparse los recuerdos que me atrapan y sonrío tristemente. Sostengo aún la carta que me llegara hace unos días desde Beirut. No hay señas, no hay novedades, simplemente ha desaparecido. Uno de esos casos que escuchamos en las noticias, pero que jamás te imaginas que pueda estar relacionado contigo.

Miro el reloj. La 1:10 de la madrugada, afuera el viento agita las ramas de los árboles. Apago el enésimo cigarrillo, bebo la última gota de la copa de vino y cierro mi portátil.

Mañana continuaré escribiendo.

 

REBELIÓN - Marisa López

Tú no irás a la guerra, iré yo por ti. No tendrás que luchar por una patria desbocada que no contempla nuestro dolor. Hoy mismo comienzo mi batalla con el único objetivo de borrarte esa mirada intensa, de miedo y de incredulidad, que se ha apoderado de ti cuando hemos escuchado las noticias.

Tú no irás a la guerra, iré yo por ti. Saldré a las calles, gritaré, te esconderé de quienes creí nos defendían y que ahora vienen a empujarte a un horror que no te mereces. Aunque termine arrojada a un calabozo, aunque me arrastren y me apaleen. No tengo nada que perder sí te pierdo a ti.

Tú no irás a la guerra, iré yo por ti. Y sé que encontraré a otras madres que no descansarán, como yo, hasta veros lejos de esta tela de araña pegajosa a la que os quieren arrastrar. No seremos un enemigo fácil, aunque menosprecien nuestra lucha, aunque no tengamos estrategias ni armas en nuestras manos. Nos sobra convicción, orgullo y valentía para defender a nuestros hijos.

Tú no irás a la guerra, iré yo por ti.

 

LA DESPEDIDA – Carmen María Herrera

Agrestes laderas amarillas y verdes, salpicadas de rojo sangre por las amapolas. Allá en el fondo, por la cañada, el rio canta y en la casita blanca una niña llora. 

-Yo soy paloma de patio y tú una golondrina viajera que puso anclas en sus alas para quedarte a mi vera. Ahora otros países te llaman. Muchos lugares te esperan, no detengas más tu marcha y vuela, golondrina ¡vuela! Pero si algún día te hartas de trazar en el cielo estelas, vuelve a la casita blanca que tu paloma te espera.

Junto al cauce seco del rio, vacio, sin agua, solitaria y caída, hay una casa. Le da sombra un chaparro, la protege una encina. Se murió la paloma, nunca volvió la golondrina.



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