Intervención del presidente de Alas de Papel en el acto de entrega de premios del X Certamen Literario María Carreira
Salvador Rivas |
No voy a robaros demasiado tiempo. Algunos de vosotros me ha escuchado los últimos diez años, sin que falte ninguno. No de forma continuada, claro. Un día al año, unos pocos minutos en días como este. La historia no se repite, pero hay historias que viajan en el tiempo.
La literatura es la gran depredadora de la existencia humana. Todo lo digiere y todo lo soporta. Devora una sola idea y la convierte en miles de obras distintas. Y en su Génesis… En Occidente hemos convenido que Homero es el origen de todo argumento literario. En la Ilíada y la Odisea podemos encontrar cualquier tema que se haya tratado en la literatura durante los últimos 3.000 años. ¡Que ya es tiempo dándole vueltas a las cosas!
Hace una década, digo, de la cita anual del Certamen María Carreira.
También una década duró la guerra de Troya, esta vez sí día tras día, sin que faltara ninguno. Y otra década tardó Ulises en volver a Ítaca, con todas sus noches.
Una década es una bonita medida del tiempo. Es asequible a nuestra manera de pensar. Todos podemos imaginar diez años de nuestras vidas guardados en un paquete manejable, con una etiqueta en el envoltorio: Pasado. O Presente. O Futuro. El tiempo es un concepto manejable. Se adapta a cualquier molde. Podemos consumirlo macerado, frito o cocido. Al horno o al vapor. Como plato principal o como guarnición. Justo lo que necesitaba la literatura.
En el principio, el tiempo era cíclico. El Eterno Retorno. ¿Para qué molestarse en imaginar que podemos navegar a través de él? Siempre acabaremos en un punto ya conocido. Pero en Occidente se nos ocurrió la idea de Progreso: solo es posible avanzar.
De este modo, el tiempo es una línea de la que solo conocemos con certeza el presente. Así que viajemos arriba y abajo para explorarlo. Es como montarse en un autobús urbano.
Tan asequible es esta idea para el pensamiento humano que se ha asentado en miles de obras literarias. Algunas tan populares como Canción de Navidad, de Charles Dickens, con sus tres fantasmas: el de las Navidades pasadas, presentes y futuras. Al poco llegó la fiebre tecnológica y H.G. Wells escribió La máquina del tiempo. Sin máquinas no somos nada.
Demos un gran salto temporal, de un siglo nada menos, hasta 1991: Martin Amis escribe la novela La flecha del tiempo. Es la historia de una persona narrada a la inversa. Empieza con su muerte y acaba con su estancia en el útero materno. ¿Creéis que es fácil escribir algo así? Tan fácil como ser zurdo en un mundo diestro.
Isaac Asimov |
Pero voy a terminar… Si es que el tiempo permite que haya un final… Voy a terminar, digo, mencionando a uno de los grandes maestros literarios, Isaac Asimov. En 1956 escribe el relato La última pregunta. El argumento es sencillo: la Humanidad ha colonizado el Universo y consume cada vez más energía, que algún día se agotará. Dos científicos le hacen una pregunta al más potente ordenador jamás creado: ¿puede revertirse este proceso? Pero el ordenador no tiene datos suficientes para responder, así que deja la cuestión en la carpeta de tareas pendientes.
Con el paso de los siglos, de los milenios, la pregunta se repite periódicamente. Pero nunca hay datos suficientes para responder. Las estrellas se apagan, las galaxias se dispersan y la Humanidad se extingue. Pero el ordenador sigue trabajando entre tinieblas. Hasta que llega un instante en que su pantalla reacciona. Y por fin llega la respuesta: “Hágase la luz”.
Así es la literatura para el ser humano: la luz que nos guía cuando creemos que no hay respuestas.
Alas de Papel espera que compartamos muchas más décadas.
Salvador Rivas
Tiempo frito o cocido. Al horno o al vapor ....lo agregare a mi próxima cita/cena virtual. Cariños Payasales !
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